Neko

Neko

domingo, julio 16, 2006

Prefería las escaleras generalmente, porque la claustrofobia no le daba tregua. Tomó el ascensor en vista de que se trataban de quince pisos, ya no estaba en condiciones de dar ni un sólo paso más. El ascensor daba vueltas, no sólo por la sensación de encierro característica de su somatización, sino por las sustancias que deambulaban por su cuerpo.
El ascensor subía normalmente, pero llegaba a pensar que llevaba varios minutos en su interior. El último jale, el de antes de venirse del bar donde se encontraron, había sido un exceso que le jugaba en contra a la hora de controlar su taquicardia en el cubículo de espejos que en ese momento albergaba su intenso pánico.
Él la miró y no le gustó lo que vió. Frunció el seño preocupado, pero inmediatamente rigidizó su gesto hacia la indiferencia. En la pausa que hizo entre apretar el botón quince en el panel y capturar en su mirada su ego en el espejo, la vió, pálida como un papel y a punto de desmayarse. Le enrostró que la droga consumida al salir del bar no había sido su mejor elección y le exigió que no hiciera un escándalo y que se comportara a la altura de la situación.
Ella, con las ideas confusas y sintiendo que no controlaba sus piernas ya, se armó de valor al escuchar semejante reto y de puro orgullo se mantuvo en pie. La palidez del rostro y el sudor frío de su espalda no desaparecían, así como el corazón casi no la dejaba respirar atravesado en medio de la garganta. Mucho peor se tornaba su estado cuando él se le acercaba y con brusquedad la arrinconaba y acariciaba.
Pero lo logró y sin siquiera darle una mirada a su acompañante se acercó a la puerta y saltó, carente de todo glamour, hacia afuera a través de la pequeña abertura que empezaba a verse a medida que se abría el ascensor.
Casi sin denotar su precario estado caminó sin problemas hacia el centro del lugar y notó que ya estaba en el interior del lujoso departamento. Ni una sola palabra cruzaron por varios minutos. Se irguió y sacó las manos de los bolsillos, se desprendió del abrigo ceñido a la cintura y lanzó la cartera en uno de los sillones. Él, sin preguntarle siquiera, le preparó un trago y ella por mientras entró al baño.
Una bocanada y la melaza en su cerebro otra vez, haciendo parecer que la noche era más tranquila y que el alcohol y la cocaína sucumbían al THC. Un asegunda bocanada y se dio cuenta de que no era necesario seguir fumando en el baño y salió a encontrarse con el dueño de casa porro en mano. Una rápida mirada al espejo antes de salir, se arregló el tibio escote invernal y moldeó su cabello ondulado en un río azabache hasta la cintura.
Él le ofreció el trago enseguida, pero ella le mostró el pitillo que encendido humeaba en sus manos y lo rechazó con un gesto de agradecimiento algo hosco y desaliñado. Fue entonces cuando ella lo emplazó a terminar de jugar a la cita perfecta y terminar de una vez con todo eso.
Él, con un aire de superioridad y con dejos de mafioso italiano le ordenó que terminara de fumar y lo encontrara en el cuarto contiguo para concretar lo que habían conversado en el bar. Antes de dejarla se precipitó sobre ella y con movimientos bruscos, casi con violencia, le arrebató un frío beso.
Nervioso y con la sangre hirviendo comenzó a despejar la cama e intercaló varios sorbos de su whisky con algo de coca que aspiró largamente. Concibió en tan sólo unos minutos la forma en que todo debía ocurrir, por lo que se apuró a dejar las luces bajas y acercar varios condones y un par de viagras al alcance de su mano.
Ella entró, ya no parecía tan ebria ni tan drogada como cuando subían en el ascensor, ahora estaba en paz. Se acercó lentamente a él, sabiendo claramente cual era su rol y con el desgano del recuerdo del beso gélido que había protagonizado en living.
Ni un solo beso, ni un solo abrazo. Él la desnudó con violencia, la lanzó sobre la cama. Ella impávida solamente lo miró directamente a los ojos y él se detuvo. La sensación de mareo y ahogo ahora le correspondían a él y en sus ojos se veía venir la tormenta.
Las lágrimas comenzaron a salir y ella se le acercó con la ternura que nunca habían tenido. Él seguía llorando desconsolado y entre sollozos desesperados la emplazó a decirlo de una vez.
Se sentó en el suelo, frente a él, con las piernas cruzadas, casi rozando la pierna de su compañero y encendió un cigarrillo. Con un suspiro liberador comenzó la frase y terminó la agonía. Le besó la frente con más amor del que nunca tuvieron, pero él la apartó con soberbia gritándole que no volviera nunca más. Lanzó el cigarrillo en el florero que estaba en la mesita de noche y se puso la ropa, salió del dormitorio, se calzó el abrigo y al paso tomó un recuerdo de la mesa del comedor. Luego, con frenética premura bajó los quince pisos por las escaleras.
Antes de salir del edificio se echó a llorar en el lobby y sacó de su bolsillo el souvenir que traía del departamento: era un retrato familiar donde ella y su acompañante se encontraban rodeados de dos precioso niños. Volvió a llorar con más ganas y un abrazo conocido la refugió entre caricias tiernas. Era ella, la mujer de la que se había enamorado hace meses quien la abrazaba y la hacía olvidar su fracaso. Era ella, la mujer que tanto la amaba que había esperado durante toda la noche que ella tratara de resucitar, sin celos, su matrimonio a través de una fantasía de sexo, violencia, drogas y drama.




Cuando empecé a escribirlo tenía otras ideas en la cabeza, eso se entiende al principio, pero depsués me dió la ta aue fuera una prostituta o algo muy cliché... así es que lo terminé así.

Ese fue mi primer y quizás único cuento... medio urbano, influenciado por las últimas conversaciones sobre cuentos y atreverse a exponerse.


abrazos


P.L.

1 Comments:

At 3:03 p. m., julio 18, 2006, Blogger Alejandro said...

Excusas porque como trabajo de Dirigente Sindical; Encargado de Educación Superior y Coordinador Intersectorial de Educación de la IV Región de Coquimbo no puedo reflexionar en la debida forma el escrito de Paulina Beatriz, de manera que mi comentario es más para incentivarla a seguir escribiendo porque la excelencia se encuentra en toda actividad de vida solamente en la perseverancia.

 

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